por Jaime P. Llosa – 21/07/2023
Sepa: Nuestro Señor de los Milagros, realizado en 1987, es el único largometraje como director de Walter Saxer, un prolífico productor que colaboró con Werner Herzog en películas como Aguirre, la cólera de Dios y Fitzcarraldo, entre otras. Este documental único fue restaurado gracias al Concurso Nacional de Proyectos de Preservación Audiovisual 2019 del Ministerio de Cultura, con el apoyo de la Cinemateca Suiza, la Fundación de la Cineteca de Bologna y Yacumama Films. Y que hoy hemos podido realizar la crítica gracias a su proyección en la clausura del 1er Festival de Cine Peruano en Madrid.
La película nos sumerge en una realidad poco explorada y nos ofrece una mirada compasiva hacia aquellos que son marginados por la sociedad y la justicia. A través de una fascinante inmersión en el mundo desconocido de la densa selva amazónica, Sepa: Nuestro Señor de los Milagros muestra la vigencia de una situación de olvido y exclusión en cárceles que parecen ser tierra de nadie.
El documental nos presenta la Colonia Penal Agrícola del Sepa, una prisión sin muros ni rejas, una isla dentro del río Sepa en medio de la selva de Atalaya, Ucayali. Diseñada para ser una colonia agrícola para presos con condenas largas, el lugar se convierte en un territorio abandonado, donde las condiciones de vida son precarias, pero la riqueza de la naturaleza circundante enmascara la tragedia de vivir en el olvido y la lejanía.
A través de entrevistas y registros de situaciones cotidianas, acompañados de reflexiones en off del escritor Mario Vargas Llosa, habladas por Micaela Saxer, hija de Walter Saxer. Nos muestra las relaciones entre los prisioneros locales y extranjeros, quienes enfrentan la ambigüedad de un sistema legal indiferente a su recuperación. Aunque evita cuestionar completamente una política clasista y racista, la película presenta un retrato auténtico de la vida en esta colonia penal poco convencional, donde la esperanza y el deseo de un futuro diferente se mezclan con el abandono y la deshumanización.
Aquí residen asesinos que sobrevivieron a una masacre en otra prisión, junto con presos que acumularon años adicionales de condena debido a problemas con sus documentos de liberación. Además, destaca la historia de uno de los reclusos que caminó junto a su familia durante semanas desde el altiplano para cumplir su pena en este lugar único, donde se permite vivir con la familia previa solicitud y permiso especial.
El enfoque de Saxer al documentar a estos criminales es de apariencia simple, pero revelador. A través de diálogos sinceros, los sujetos comparten sus experiencias y opiniones, lo que nos permite apreciar la complejidad de Sepa, donde los límites entre delincuentes y fuerzas del orden, y entre la libertad y el encierro, se difuminan constantemente. La película presenta un retrato genuino de la vida en esta colonia poco convencional que resulta ser, para algunos, un paraíso personal y, para otros, un purgatorio.
La majestuosidad de la selva amazónica sirve como telón de fondo de esta historia cautivadora, y Saxer adopta un enfoque observacional compasivo. A través de la cámara, los reclusos son libres de expresar sus experiencias y sentimientos más íntimos, evidenciando cómo están a merced de un sistema legal indiferente a su recuperación y dispuesto a imponer castigos sin contemplaciones.
Sus rostros y gestos son inolvidables, recordándonos que, ante todo, son personas privadas de libertad debido a delitos y errores, pero que aún mantienen cierta dignidad en medio de su situación. A través de Sepa: Nuestro Señor de los Milagros, podemos presenciar cómo se entretienen en esta nueva prisión, compartiendo risas, expresando quejas y experimentando superaciones personales. Entre los personajes destacados, queda imborrable la figura del director de la prisión, don Elías, un hombre de 65 años, una persona con mucha actitud y carácter, y que con cariño, se refiere a los prisioneros como «mis angelitos».
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