Mario C. Gentil / 13.02.2022
Paul Thomas Anderson nos trae Licorice Pizza, una de las películas del año, nominada en una gran cantidad de premios estadounidenses y que a buen seguro tendrá también un reconocimiento internacional tanto de crítica como de público.
Y no es para menos pues los creadores han realizado una obra aparentemente caótica, espontánea y que tiene una frescura que no se pierde pese al torrente de situaciones frenéticas. Posee energía, naturalidad, jovialidad, y resulta todo un gran soplo de juventud.
Una película muy dinámica en la que, aunque se intuye el final, nunca se sabe qué va a pasar en la continuación de cada escena, por lo que entretiene y engancha. Tampoco se te borra la sonrisa del rostro desde su comienzo, pese al pasar de los minutos y la concatenación de momentos, y eso de por sí ya es un gran logro.
La historia, ambientada la California de los 70, trata de dos personas que se complementan, una especie del ying y el yang, pero en clave de madurez e infantilidad, pues los dos personajes contienen tantos por ciento de ambos, tanto por edad como por naturalezas. Y es que una chica de 25 años que es más infantil de lo que desea, y un chico que es más atrevido y precoz de lo que le corresponde, por la edad adolescente en la que se encuentra, se conocen, haciendo que haya una unión muy pura y especial. En sus comportamientos se nos da una multitud de detalles, tanto de pose y de máscara, de valentía o aparente fortaleza, como de inevitable sinceridad y unas gráciles formas de ceder.
El guion (del propio Paul Thomas Anderson) une diálogos juguetones con situaciones dispares, pero que, pese a la sucesión de éstas, y de no saber a dónde nos va llevando, la cadencia no se pierde en ningún solo instante, ni la reiteración, por el contrario, nos estresa, como sí le puede pasar a otras películas tan aceleradas.
La cinta está plagada de planos secuencia muy apropiados para el ritmo tan activo en el que se desarrolla. La puesta en escena está genial, con una coordinación que queda bastante orgánica y donde se denota una gran dirección de los actores. La fotografía, en la que también trabaja el propio director junto a Michael Bauman, combina un dinamismo colorista que se adecua al tono y época de la cinta, junto a una alegre luz californiana. La dirección artística y el vestuario son también apartados que rayan a un nivel altísimo, haciendo todo esto que el apartado visual quede bastante atractivo. De igual manera, la banda sonora, confeccionada por Jonny Greenwood, con multitud de canciones setenteras, se ajusta perfectamente al clima de la obra.
La película tiene dos protagonistas con un carisma brutal, digno de una comedia romántica de un muy alto nivel, donde cada uno aporta su esencia única y la conexión entre ambos empapa el filme. Tanto Alana Haim (la mejor actuación de la obra), como Cooper Hoffman realizan dos personajes magnéticos, divertidos y especiales. Pero es que también brillan la multitud de secundarios que aparecen, muchos actores del máximo nivel, como son Sean Penn o Bradley Cooper, por citar a algunos.
Licorice Pizza es un filme que nos transmite alegría, amor, vitalidad y que nos hace pasar un magnífico rato. Ya ustedes deciden si van con prontitud a pantallas gigantes a gozar de este arte popular y colectivo o esperan a que se lo sirvan en su cómodo salón.
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