Mario C. Gentil / 04.01.2022
La neozelandesa Jane Campion, ganadora gracias a esta película del León de Plata a la mejor dirección en el Festival de Venecia, nos presenta uno de los westerns más atípicos de los últimos años, y me atrevería a decir de cuantos recuerdo. La obra es una coproducción de Australia, Nueva Zelanda y Reino Unido.
Posee una magnífica fotografía (Ari Wegner), con bellísimas panorámicas sacando lo mejor de las excelsas localizaciones. La ambientación, con un fabuloso diseño de producción y vestuario no le va a la zaga.
Pero insisto que lo que da para extenderse, donde está la verdadera miga del filme, más allá de la siempre poderosa y complaciente imagen de las películas del oeste, es que es un western diferente de lo tradicional, sorpresivo, sin un solo disparo, o más aún, sin una sola arma. Y oscuro, pero más por la mirada que nos presenta, por el mutismo, el trasfondo insondable que hay en los personajes, que por un aura tenebrista. Eso sí, la banda sonora (Jonny Greenwood) sí que incide en esa oscuridad, en esa incertidumbre de qué ha pasado antes con estos seres y hacia dónde va todo.
La película, aunque presenta una aparente indecisión de desarrollo en su guion (de la propia Campion), que no se centraliza y donde la historia va avanzando sin cerrar las tramas, todas ellas se unen al final. En parte esto me deja una sensación contradictoria, pues mientras la veía me desconcertaba los caminos que se abrían sin saber cuál era el principal, lo que me incomodaba, pero después, la conclusión le da un salto de categoría a la historia. No me deja satisfecho el mientras, pero sí el resultado final y es que, reflexionando, pienso que es quizás una técnica narrativa para que el impacto final sea más contundente.
Hablando ya de temas sobre los que versa, sin hacer spoiler de la película, pero sin imitar tampoco el hermetismo de los personajes de ésta, aparecen la represión sexual, los celos, la idolatría, un cierto tipo de amor (o quien sabe si de violencia) no bien gestionado, la infantilidad, la virilidad, el odio o la venganza.
Dos hermanos de personalidades opuestas pero muy unidos por los años y la sangre, una madre y un hijo que sólo se tienen a ellos dos, y un quinto personaje ausente, son los que mueven esta singular historia de vaqueros con personajes muy bien dibujados, con las trazas mínimas pero necesarias y bien dadas para que todo tenga sentido. Y los cuatro personajes están interpretados magistralmente por Benedict Cumberbatch (el mejor de todos), Jesse Plemons, Kirsten Dunst y Kodi Smit-McPhee.
¿Tintes rebequianos o incluso algo de Marnie? ¿Momentos de Gigante de George Stevens? Como la misma película hace yo os doy brochazos en diferentes direcciones que solo se entenderán una vez vista. Pero es desde luego una película que no existía.