Mario C. Gentil / 20.01.2022
Hace tres meses mi cabeza se vio sacudida al acudir al estreno de Titane, segunda película de Julia Ducournau, y obra ganadora del Festival de Cannes del 2021. Desde aquel día quise contemplar más cine de esta directora, porque, aunque la película me dejó muy descolocado, supe que estaba contemplando algo diferente, de calidad, y de una cineasta con una potencialidad tremenda. Crudo es su opera prima, que dirige y escribe, y no puedo sino decir que he quedado asombrado de la perfección de esta pieza para ser la primera película para la gran pantalla que realizara la autora.
Es una cinta que, como todo su cine, impacta desde la primera escena, y lo hace de una manera muy directa, concisa, con una conjunción de imagen y sonido muy potente (la música de Jim Williams es de una modernidad absoluta, que no sé cómo envejecerá, pero que desde luego ahora es seductora y super efectiva).
La versatilidad en el uso de los planos es total: hay escenas de tiro muy lejano, contrapicados, planos medios, primeros planos, o planos horizontales desde debajo de una sábana. Hay planos secuencia o también planos y contraplanos más tradicionales. Y todos están usados con un acierto y adecuación total a la historia que nos cuenta, que no hacen sino dar una sensación de exactitud y claridad en beneficio de la narración.
Narración, que por todas las cosas que he comentado, es fabulosa. La película te introduce en la historia desde el inicio y llegas a su final pensando que se ha pasado todo en muy poco tiempo. El ritmo siempre va en aumento, y no se viene abajo en su capacidad de sorprendernos, sino todo lo contrario, con la dificultad que esto tiene cuando se empieza alto. No hay escenas que sobren, todas son necesarias. Con un proceso de montaje que parece haber sido clínicamente preciso, y a su vez, sin tomar protagonismo. La construcción de los diálogos y la suma de escenas están perfectamente engarzadas, pues a medida que la película avanza uno va entendiendo el porqué de un suceso o de un diálogo anterior.
Los personajes, tienen una evolución fantástica, muy creíble pese a lo insólito de los sucesos, y en esto también recae bastante peso de la película, ya que el mensaje, o de lo que trata la película, en definitiva, es de cómo unas personas pueden pasar de ser gente del montón, como se menciona en un determinado momento, a ser personas totalmente diferentes al final. Nos cuenta este proceso de cambio, de descubrimiento, del miedo al conocerse a sí misma, y del impacto que supone saberse tener unas atracciones tan extrañas.
Y es que, que un tema tan macabro y repulsivo como el de la película, sea tan atrayente a la vista y los sentidos, e incluso al intelecto, es consecuencia de que la calidad artística de la obra es del mayor nivel que se puede contemplar en la contemporaneidad cinematográfica. Es una obra hipnótica, oscura. Un genial drama psicológico que a veces tiene tintes de cine de terror del bueno, y que desconozco cuánto participa del gore, porque honestamente, es un género que nunca he frecuentado.
Las interpretaciones de Garance Marillier (protagonista) y Ella Rumpf son magníficas, pues no es que no desentonen en una película tan redonda, es que tienen que estar a la par de la fuerte expresividad del cine de Ducournau. Y no solo lo consiguen, sino que aportan su propia esencia, con una especial habilidad para la expresión mediante los gestos y las miradas.
Cuando salí de ver Titane, pese a la sorpresa, pensé: quiero ver a esta cineasta haciendo algo convencional, algo más cómodo y que me plazca más, con esa gran capacidad para hacer cine que tiene. Crudo es solo un pelín más convencional (no es un cine nada convencional, creo que eso hay que tenerlo claro) y ahora no puedo sino pensar en que no, que quiero que haga lo que le dé la gana, porque quiero ver muchas más obras así de auténticas de una de las mejores directoras europeas, y de las más creativas del mundo. Crudo es un espectáculo audiovisual que absolutamente nadie debería perderse.