Clara Tejerina / 30.05.2023
El sonido de un libro impactando en el suelo y una mujer que cuenta que se ha caído una estantería. Con esta sencilla y divertida anécdota comienza María Elorza el planteamiento de su documental A los libros y a las mujeres canto (2022). Una película en la que, como si de un puzzle se tratara, hace un ejercicio artesanal preciso y concienzudo, mezclando found footage con vídeos caseros. En su historia, junta a mujeres que han formado parte de su vida y establece un vínculo entre ellas a través de la literatura. Todo ello, a través de la frescura y la espontaneidad de Elorza, en la que se palpa el disfrute de la directora en la construcción de sus secuencias por medio de un planteamiento inteligente y divertido. A su vez, se mete ella misma en la narración a través de las conexiones con el cine y el propio uso del montaje, dejando entrever su trazo personal. Elorza construye y establece un discurso feminista espontáneo, realza y pone el punto de interés en la cotidianidad de las vidas anónimas. Da visibilidad a las peculiaridades de sus protagonistas y los tics personales que hacen a cada una de estas mujeres únicas, con universos complejos y completos, pero a su vez, con un discurso tan universal, que en esas mujeres quedan representadas todas. Utiliza la literatura como nexo de unión entre ellas y como hilo conductor de la historia, y para ello, vuelve al gag inicial de la librería, presentándolas a todas en relación a ella y a la literatura.
Es bonito ver en la sala la energía que consigue esta película. Arrancando risas a través de conexiones inteligentes, como el contrapunto en el que pide un minuto de silencio por todos los libros quemados. Lo hace a través del silencio, por medio de letras escritas en la pantalla, pero mientras, establece un diálogo con el espectador en el que ese minuto de silencio es difícil de mantener por la comicidad que provoca. Un ejercicio que roza lo metacinematográfico, pues es precisamente la película la que pide un minuto de silencio, cuándo ese silencio es el estado natural en que se ve la película. Elorza consigue así ir a la base del cine, a generar la comedia a través de lo más primigenio y auténtico, que es el montaje y las conexiones que construye a través de este.
A los libros y a las mujeres canto es una cinta que pone en valor la autenticidad desde su imperfección. Resulta refrescante ver entre sus líneas, o, mejor dicho, entre sus cortes, ese disfrute genuino en el proceso creativo. Se aprecia el mimo y placer de la directora al encontrar esas conexiones, esas ideas para mostrar simbolismos y construir nexos entre los distintos escenarios, vivencias y artes. Y, sobre todo, el placer de una mujer que disfruta haciendo una obra divertida y espontánea en la que quiere retratar a su familia, a su madre y a sus amigas, sin más pretensiones, pues solo con eso el proyecto merecería la pena. Pone el punto de enfoque en ese presente, esa cotidianidad y autenticidad imperfectas de las mujeres que la rodean, y construye para ellas un retrato, una historia llena de épica través de los elementos más mundanos.