Mario C. Gentil / 15.11.2022
‘A Couple’ (Francia, 2022), película dirigida por el experto director de documentales Frederick Wiseman, estrenada en la Sección Oficial del Festival de Sevilla, supone un tropiezo en la segunda incursión del cineasta en el cine de ficción; al contrario de lo que le ocurrió en 2002 cuando realizó La última carta (Le dernière lettre, Francia), con la que posee similar estructura y relacionada puesta en escena (la lectura de cartas a la cámara, el monólogo, un reparto de una sola actriz, el dolor directo que se expone). En ésta última cinta, Nathalie Boutefeu hace de Sophia, esposa de León Tolstói, con el que se intercambia cartas, estando ambos separados, tanto en la distancia como en intenciones del uno con el otro.
En este caso, la historia epistolar nos la ambienta en un fondo romántico, donde se rezuma el ambiente clásico de ruina, bucólico. El impresionismo que puede hacernos prometer algunas tomas no es solo sino eso, una impresión; donde la tragedia romántica y pictórica se come cualquier promesa de vitalismo. La cinta está concebida a modo de galería del diecinueve, donde el personaje de Sophía parece transitar entre la acumulación de cuadros que componen las escenas, atrapado en sí mismo por mucho que se mueva, encerrado en galera. Con un aire prerrafaelita evidente, Sophía narra a la cámara las cartas que escribe y las que el escritor le devuelve. En un constante replanteo existencial, el exceso de drama se amasa a base de una suma de reflexiones de las que su estilo impide sacar clarividentemente sus picos brillantes; o que al menos, se contrasten mínimamente los momentos, pues, toda la linealidad tanto compositiva como narrativa, da un todo difícil de digerir, incluso más difícil de discernir; no por la falta o sobra de exposición de sentimientos o expresión, sino por encontrarse mezclado su jugo con todo lo demás.
Si bien me parece la película menos interesante de cuantas se han podido contemplar en la Sección Oficial, es un tipo de cine que tiene que tener cabida, por lo que supone de ruptura. En ese caso la novedad no es su ariete, sino que lo es su resistencia. Hay una fidelidad a su propósito inalienable, indiscutible. El cine europeo que reina hoy en día es otro; no tan teatral, que apoyándose más en lo personal va sobre seguro, y donde la veracidad reina a la hora de la presentación por encima de cualquier pretensión. La cinta puede ser fallida, pero supone una decidida identidad de estilo; un desmarque, que, cuán caprichosa son a veces las palabras, nos remite a un marco: en el que el propio autor decide encerrar su obra.
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