Mario C. Gentil / 05.03.2023
¿Cómo reflotar lo desahuciado? ¿Cómo compaginar la ayuda, la rehabilitación y la reinserción sin arriesgar la salud mental? ¿Cómo confiar en quien solo tiene minutos de lucidez al día y que se convierte en otra persona cuando su kryptonita le llama como la rueca a Aurora? ¿Cómo abandonar una adicción que nos subyuga y nos arruina? To Leslie no responde con afirmaciones paternalistas ni soberbias; pero sí retrata. A veces, esto es lo mejor que se puede hacer, para dar fe, para dar pruebas, para ayudar a los que no somos los profesionales encargados de este trabajo; y para que gente que haya pasado o se encuentre en trances parecidos en algún modo, tenga un espejo ante el que mirarse. Michael Morris guionista ya con un largo bagaje y realizador de numerosos capítulos de diferentes obras televisivas, da el salto a la dirección en la gran pantalla con To Leslie (2022, EE.UU.), en la que tiene la sensibilidad de acercarse a la belleza latente tras los andrajos de la decadencia, y como en aquella canción de Fabrizio De André Via del campo, aprecia que “Dai diamanti non nasce niente, dal letame nascono i fior” (“de los diamantes no nace nada, del estiércol nacen la flor”).
Leslie es una joven madre que ganó la lotería y se hizo famosa en el pueblo tejano en el que nació, pero que dilapidó rápidamente su fortuna entre excesos, bebidas y gente aprovechada. Eventualmente esto le alejó del pueblo, de sus amigos y familia, y hasta de su hijo. Seis años después comienza esta suerte de road movie, que se detiene más en recorrer un camino interior, en direcciones hacia el pasado, hacia el presente y hacia el futuro, que en el clásico vaivén de un viaje trascendental que cambie al personaje. Lo que ocurre alrededor de Leslie son reflejos, consecuencias (a veces devastadoras); al cabo una sociología de cómo una persona alcohólica afecta a los demás. Pero este personaje tan viva y comprensivamente interpretado por Andrea Riseborough, nos habla de un camino de redención (que se asemeja a un proceso cristiano, sí, pero más por conceptos paralelos que por causas relacionadas), de una marcha de infatigable lucha, de la titánica batalla con un enemigo invisible, que habita detrás de las orejas y en el centro del pecho, y que suele tener más fuerza que el mayor de los convencimientos. Esta pelea contra la corrosiva marea de una adicción se construye desde el rostro y el físico de su protagonista, que tiene una sensibilísima capacidad para las fugaces transiciones de lo ruinoso a la belleza y viceversa, tanto en ademanes, andares o bailes, como en las más mínimas gestualidades.
El drama acaba instaurándose en la profunda Texas en la que se recoge también una expansión de una capa obrera, no solo circunscrita a la figura de Leslie, en la que se captura un aire de derrota colectivo, y donde la gama de grises subyace en casi todo el reparto, en el que todos tiene un pasado difícil, y donde la sensación de caída dificulta aún más el encuentro con asideros que ayuden a salir del pozo. To Leslie es una cinta transigente (en el buen sentido) y constructiva, en la que se puede caer en la tentación de interpretarse como una obra que peca de ser buenista en su evolución (pero jamás de tierna o indulgente), y que sin embargo, sin omitir las oscuridades, se mantiene fiel a su mensaje comprensivo y de esperanza. Pero por encima de todo, es una película sobre el ejercicio del perdón: a todos, empezando por uno mismo.