Clara Tejerina 22.05.2023
Carla Subirana da el salto al largometraje y a la ficción con su primera película Sica (2023). La historia de una adolescente en la Costa da Morte que emprende una búsqueda personal y física en busca de su padre, un marinero al que el mar se ha llevado en un naufragio. Subirana, versada en el género documental con varios cortometrajes a sus espaldas como Nadar (2008), Kanimambo (2012) o Volar (2012) rescata algunos elementos que ya introdujo en sus producciones previas. La presencia del agua y la naturaleza como elementos conductores de la historia, la ausencia de la figura paterna, o el interés por las distintas realidades y personalidades son algunos de los elementos que comparte la filmografía de la directora catalana. Subirana mantiene algunos códigos del documental, y hace que fluctúen con la ficción. Rodada en 16 milimetros aporta a la película una estética visual que, apoyado con el tratamiento sonoro, construyen las texturas naturales necesarias para mostrar la atmósfera de esta costa gallega.
En Sica, Subirana muestra el viaje personal de la protagonista. Este viaje también se ve representado en los elementos naturales y en la tormenta, como reflejo externo de su proceso personal, pero, además de esto, también es un viaje hacia las figuras maternas. Sica ha perdido a su padre y se enfrenta a una nueva forma de vida acompañada de su madre, por lo que sus códigos en cuanto a la relación y la forma de pasar el duelo tienen que converger. Mientras tanto, Suso se obsesiona con Ofelia, «la madre de todas las tormentas». Tanto la madre física como la madre naturaleza están presentes en las obsesiones y viajes de cada uno. La figura masculina desaparece para que estos personajes hagan su propio viaje personal hacia sus respectivas madres. Esta ausencia de la figura masculina también se representa a través de los oficios que se muestran. La película gira en torno a la pérdida de los cuerpos de los dos marineros, sin embargo, estos nunca aparecen en pantalla, sus oficios no se muestran y se mantienen siempre fuera de campo. Sin embargo, otros oficios típicos de la zona, como es el de las percebeiras, sí que se muestran en pantalla y tienen una presencia y tiempo narrativos importantes.
Subirana muestra el cariño hacia la tierra y la naturaleza, en una llamada a lo salvaje centrada en este mundo marítimo, misterioso y peligroso. El espacio y la relación con el mismo a través de los oficios que muestra la directora traslada esta ambivalencia constante de la vida y la muerte presente desde el comienzo de la cinta. El mar proporciona vida a esta costa a través del alimento, pero a la vez, también la quita. Esto no peca de simbólico teniendo en cuenta el propio nombre de esta zona, la Costa da Morte, una de las costas más peligrosas del mundo. Con ello, la directora trata de abordar un mensaje que se muestra de forma transversal a toda la película. Un mensaje ecologista de convivencia y respeto hacia la naturaleza como madre de todos los elementos que habitan en ella.
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