Mario C. Gentil / 25.04.2022
Rendir los machos, la ópera prima del director canario David Pantaleón, fue la proyección con la que se inauguraba el pasado viernes, en los cines de Nervión Plaza de mk2Cinesur, el Festival Soñadores y Desterrados (SEFF), organizado por los Jóvenes Programadores de Moving Cinema, encuadrado en las actividades que promueve el Festival de Sevilla.
El filme nos cuenta una historia de fraternidad y aceptación ante la pérdida de un ser querido. Un viaje en el que dos hermanos, Alejandro y Julio (hermanos también del director en la vida real), deberán cumplir la última voluntad de su padre mientras luchan con sus diferencias, sus emociones y los problemas derivados de tantos años de incomunicación.
Lo cierto es que la película muestra muchos elementos que aúnan lo tradicional e incluso lo primitivo, con una adaptación a la contemporaneidad, tanto en lo que se cuenta como en la manera en la que se nos exponen las imágenes.
La cinta está muy cercana a un tratamiento documental. Con un ritmo pausado, reflejando comportamientos naturalistas y dando fe de unos ritos y tradiciones culturales que le dan un enfoque antropológico innegable. Por otro lado, es también la captación de la esencia de una tierra, de su orografía, de sus horizontes, de sus siluetas y de sus colores. La captación visual de todo ello está coronada por una excelsa fotografía de exteriores, donde reside para el que escribe la mayor belleza de la obra, y donde más pulsantemente vemos esa verdad local reflejada.
Son varios los fotogramas que producen verdadero asombro los que se suceden en el filme, y en donde esa verdad que emite esa belleza física y documental, también, contradictoriamente, se extrae un trabajo, una paciencia, un esperar a las condiciones climatológicas, a la luz y a la coincidencia más propicia. Aunque pensándolo bien, esto también me recuerda el trabajo de un documentalista animal, que para captar 30 segundos de metraje se tiene que apostar quizás semanas en un lugar. Para terminar con estos halagos a la fotografía de Cris Noda, recordar un par de encuadres a vista de pájaro, en los que se da esa mezcla casi ancestral con la evidente vanguardia técnica para poder filmar esas impresionantes imágenes aéreas y fijas. En esta película he tenido una fuerte impresión, en la que he sentido algo parecido a lo que se tiene que vivir al contemplar pinturas rupestres, con formas de animales y humanoides, en una cueva prehistórica.
Si bien, a esa maravilla visual, y a esa constante búsqueda de unos encuadres milimétricamente estudiados, lejanos, simétricos, compensados, se le puede achacar una excesiva reiteración de estos momentos, en los que la concatenación hace que la sorpresa vaya en decaída, y donde también puedo entender a quien canse porque le parezca redundante. Y sin dudar de que esa pulcritud en el exterior es positiva, que esa obsesión por la simetría también se cumpla en interiores, donde lo manipulado se hace más patente, puede desnaturalizar un poco la intención de una historia que busca, por encima de todo, unir a la belleza la autenticidad.
En cuanto a la evolución de la historia, aun siendo la película corta, la cinta en ciertos momentos puede llevar al tedio, por la linealidad del ritmo narrativo y por la sucesión de imágenes placenteras y ambientales y la falta de elementos disruptivos. Es como que esperas demasiado para momentos no tan decisivos. Si bien, es la historia de un camino, tanto geográfico como personal, por lo que es entendible que un movimiento de guion más agitado, solo buscando efectismo, sería contradecir la intención comunicativa de la obra.
Es, desde luego, un buen retrato de la tierra canaria, de sus identidades y tradiciones. Donde para superar el abandono de una figura importante, los nativos hacen un protocolo en el que creen, pero que también modifican según conveniencias, pues las tradiciones, son más rígidas y con valores más divinos en concepción, que después cuando en vivo se ejecutan, donde la humanidad, que es la misma que lo crea, tiene que adaptar sus preceptos.
Ante todo, es una obra única, que si no ves no vas a tener conciencia de una tradición más de las miles que la geografía española, en su rica diversidad, y en su antigua esencia, contiene.