Clara Tejerina / 05.05.2023
Geografías de la soledad (Geographies of solitude, 2022, Canadá) empieza y termina con los planos nocturnos de la naturaleza donde se muestra el cielo, el mar, los caballos, la vegetación… Pero, sobre todo, son un intento por mostrar las estrellas. Estas quedan como manchas hechas a mano en el cielo, debido a la baja luminosidad del ambiente, y el resto de la imagen parece una pintura en acuarela debido a la adaptación de la cámara a la luz. Estos planos adquieren un carácter casi extraterrestre, y son la presentación de la isla de Sable, la que será la protagonista de este documental en el que Jacquelyn Mills trata de mostrar la naturaleza de esta isla desde la observación, ayudada por la naturalista Zoe Lucas, pero también, desde la experimentación consciente y mímesis con sus elementos. Estos planos iniciales sirven también para dotar a la cinta desde su inicio de las texturas que desarrollará Mills a lo largo de la película. A través de la imagen, desde su propia edición hasta lo que aparece dentro del encuadre, la cineasta hace hincapié en el grano tanto visual como sonoro, creando así un entorno vibrante y sensorial.
La película reflexiona sobre la circularidad. Por un lado, muestra la contaminación y cómo esta afecta a esta isla desértica. Por otro lado, muestra el propio ciclo natural, donde la vida y la muerte se conectan y retroalimentan para la supervivencia y nutrición de ese ecosistema. Todo esto subrayado por la conexión entre los planos y esta circularidad de la historia que empieza y acaba con las secuencias nocturnas. Pero, sobre todo, la historia de esta película es una historia de texturas. La película está rodada en 16 mm, lo que le da a la cinta una estética propia con la granularidad de la imagen, pero a su vez, apoya esto dentro del encuadre con la filmación continua de arena, hierba, o los distintos elementos a través del microscopio, ayudan a crear una combinación de texturas en la que interviene a la vez, el metraje y la edición. Juega con la reacción y conexión de los elementos, regalándonos secuencias de cine experimental en las que revela la película en distintos medios naturales, como la secuencia de película cubierta en pelo de caballo, huesos y arena, expuesta a la luz de las estrellas y revelada con algas, o la película enterrada en excremento de caballo y revelada con aquilea. Estos procesos de pura experimentación hacen a la isla partícipe de la propia creación de la película. Otro elemento indiscutible de la cinta es el mundo sonoro que construye. A partir de sonidos generados por la propia isla construye toda una banda sonora natural que se reproduce durante toda la película. Algunos sonidos pueden ser más conocidos como la madera o el mar, pero también intervienen secuencias en las que es el propio movimiento de los animales los que crean música, como la secuencia del movimiento del caracol o el de la hormiga, quienes, literalmente, generan música a su paso. Mills también juega con todo esto al juntar los sonidos entre ellos. Al principio de la película, tras las escenas nocturnas, monta toda una secuencia en la que presenta a los protagonistas que habitan el lugar, y cabalga suavemente los sonidos de estos uniéndolos unos con otros y haciéndolos convivir durante unos segundos para formar toda una banda sonora natural de la isla.
Los caballos, las focas, los sonidos, el movimiento de un ciempiés, la textura de la imagen, la experimentación sobre los elementos, los cristales, los planos generales… todos ellos forman este documental que Mills desarrolla con sensibilidad y sensitividad, guiada por las palabras y la observación de Zoe Lucas y conduce esta experimentación sobre las conexiones físicas naturales y permite que sea la propia isla, la que protagonice y cuente, a través de su lenguaje único, su propia realidad.
Estrenada en Filmin el 06/04/2023.
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